El hálito de Céfiro


Camino a los labrantíos de panojas, desfallecido se tendía el riachuelo, sus aguas escurrían si tregua. Oscilando desde crepúsculos a timoratos amaneceres, digamos que se cree que a fuerza de negar tamaño destino se esforzaba en curvar la atadura al socavón que le acunaba, con tal ímpetu, que por torrente se agazapaban gemidos lastimeros bajo la planta de pies que intentaban atravesarle. 


La amanecida fue tan displicente como cualquier otra, los balseros sin mediar cambios a lo cotidiano, al mando de sus piraguas acarreaban a una orilla u otra según fuera el turno del portador de las curtidas manos que labraban en faena campestre. La Sirena a la orilla del encaprichado aguardaba turno, taciturna disponía el iris de lado a lado, al otro lado del río… sin mediar alma, arbusto, pájaro o vicha que encarcelara su ojo…empero, como fruto perfecto nacido de los plántales apareció y se colgó de su retina la imagen del forastero, quisquillosa deleitó a la distancia sus contorneados brazos, disfrutó de su altura, de la oscuridad de su piel, de los incandescentes ojos, sintió quemante entre los muslos.Bajo las mantas que caían nacientes en sus senos y terminadas bajo sus caderas, encubrió sus manos, se acaricio las formas, se estimuló tenuemente la cavidad dispuesta un poco mas abajo del vientre, la delectación la extendió cuanto perduró la espera, el espasmo se abrió paso al diferenciar las vellosidades q asomaban sobre la cincha de la tela que atrapaban la virilidad del machote.El forastero vigilaba los gestos de la atrevida hembra, sabiéndose presto de atención clavo su ojos en el vaivén pausado de las extremidades que se enunciaban bajo la manta… fue el azar? El destino dispuso que los dos balseros llegaron a orillas al unísono… y en sitio medio del lecho al pasar de su lado, la sirena se acarició la comisura de los labios con la cumbre de su lengua, lo relatado, merece aclarar que tal acto fue en respuesta a las palabras pronunciadas de esa boca en que imagino mutados sus dedos en el preciso que repasaban la membrana de su cuerpo bajo las mantas. Quizás la impronta de tal hembra embelesó al forastero, el resulto fue que ella, balsa al este, él, balsa al oeste; fugazmente sintieron al unísono el clímax de una conjunción. La hembra apostada ya bajo suelo, se seco la humedad de la piel, respiro entrecortado y disfrutó repasando la batida, haciendo juicio al buen grado de percepción de su materialidad corpórea, se descalzó a cuenta de sentir las caricias de los mullidos herbajes bajo la planta, extasiada se dejó acariciar por un hálito tras su nuca, lo confundió con borrasca, atendió unas palabras de acento extraño y creyó que eran declamaciones de céfiro que acudió a calmar sus fiebres …se tumbó al pastizal y a horcajadas mientras concebía ser besada, sintió la calidez de la embestida en su propio matorral erizo.No enunciare cuartos de horas, ni tiempos… tiempos que para ella sucumbieron en las ultimas horas que le restaron antes de sentir que la deidad le asfixiaba, muda le vio encolerizado en el afán de recuperar desde su cuerpo los soplos que evaporó. Muda y con la negrura de su mirada desorbitada exhaló el axiomático gemido de muerte. Céfiro espiró sobre la inerte hasta dejarla oscilando sobre el torrente en que se parió su desgracia.La verdad sea dicha para entender desenlace de esta historia, que el forastero al llegar a destino, arrojó con pujanza al balsero, devolvió el remar en dirección a la Sirena, se descalzó a fin de ser insonoro tras los pasos de su presa… al darle alcance le susurro frases de engalanada pasión… le beso los senos, el vientre la pelvis, los muslos, le acaricio con delicadeza las mejillas, la boca, los brazos, las nalgas… la poseyó presenciado la imagen de su piel oscura en la retina acuosa de la Sirena, desaguó su virilidad y sus manos que hasta ahora propinaron sutiles contactos se violentaron, y entretejió sus dedos con la fineza que crea un artesano, sobre la boca dispuesta de la hembra, moldeó su telar de nudillos y coyunturas hasta que de ella emanó el ultimo intento de inspiración, cuando la supo inerte la arrastro al vertiginoso torrente. Sabe Dios que heridas curtieron la sinrazón del forastero, sabe Dios si el macho se empleo cumpliéndolas de sicario a cuenta de cobrar infame vendetta por la honra de los derrotados que a fuerza del tedio de no saber amarla, fueron despojados de entre sus piernas de hembra… lo único cierto es que;

Camino a los labrantíos de panojas, desfallecida la humanidad de la Sirena se tendía en el riachuelo, sus aguas escurrían si tregua oscilando desde crepúsculos a timoratos amaneceres. Digamos que se cree que a fuerza de negar tamaño destino se esforzaba en curvar la atadura al socavón que la acunaba, con tal ímpetu que el torrente se agazapaban sus gemidos lastimeros bajo la planta de pies que intentaban atravesarle. 

7 comentarios:

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