El huérfano de Bragolin

No preciso con certeza cuando fue que llegó a habitar sobre el sillón tapiz marrón de la sala comedor de mi casa. Lo cierto es que desde que mis ojos se adosaron a los lacrimógenos de él, sentí el gélido hielo calando mi medula. Creo que solo yo. Pude percibir una risita media socarrona adelantándome el triunfo... sobre las almas que se llevaría.
Pudieran pensar con mi relato, que estas son las elucubraciones propias de mi mente media chiflada, y quizás amen!!… pero a mi me hace mas juicio pensar, que algo se escondía en él... y no fue voluntad propia el determinar muerte, a las que cargo culpas por solo imaginarlo…!! 

Reitero...no recuerdo cuando llegó,... pero si recuerdo, cada una de las veces en que sentí sus pasos, en la soledad de tardes, invernales y asoleadas, por años acostumbrado a visitarme a eso de las tres, cuando sola me encontraba en casa, era tanto el miedo que me infundía que me encerraba en el rincón mas lejano, adyacente a mi catre de fierro, ahí simulaba valentía, entonces agarraba lápiz y papel y a eso quizás deba el bendito placer de tejer historias. Quiera Dios que el hoy rememorar ciertos acontecimientos, no sea causa que lo invoque. Con los años me he vuelto medio precavida, así que dispénsenme mientras hago un alto en el relato, para poner cerradura al acceso de mi cuarto, aún es hora temprana, pero este gemebundo no tiene horario, quiero decir, que no parte su jornada, con los que acostumbran a hacer presencia solapada, con los demoniacos que atribulan mis noches solitarias. 

Bien he vuelto, aun no cuento cuatro pasos desde mi catre a la puerta, pero al voltear me pareció percibir ciertos ojos negruzcos que me espiaban escondidos bajo mi cama. Aja! Jugadas mentales han de ser!, pero aun así se me hace más latente la idea de poner mi colchoneta sobre el piso o comprar una cama tipo americana, no quiero dejar espacios vacíos entre mis musculo esquelético roído y el cerámico en que descansa mi mueble de dormir. 

Si el tiempo lo permitiera les narraría decenas de sucesos que no logro explicar, puede resultar algo tedioso referirles miedos a fantasmas y espíritus que pululan entre mis pasos y los vuestros, además sumo a ello, que cuando relato mis historias, a menudo he advertido caras de asombro, no por lo extraño de mis videncias, si no por lo desequilibrada que me presento ante sus ojos. 

Cumpliendo encomienda de esta amanecida, referire nos más de dos aconteceres :

Partiré con la noche anterior a mi primer día de la nueva escuela… el día no había sido disímil a los cotidianos, las tardes de juegos, los ojos inquisidores del hijo del pintor maldito murmurando cada vez q le pasaba de frente… pero esa noche juro q le advertí brillo en sus ojos esbozados en una mala copia del primer engendro de pacto diabólico del pincel del pintor y Lucifer! 

Acababa yo de lavarme las carnes bajo el surtidor de agua lluvia y jabón, descalza envuelta en paño de toalla, salí a pasillo y casi obligadamente voltee a mirarle, ahora q invoco ese recuerdo siento ese mismo halito frío q me entumeció frente al cuadro… para desprenderme sin miedo de el me fui retrocediendo caminando en revés, mis ojos y los de él en comunión perfecta, quizás presa del pánico volví a sentir su risa y en ánimo de abuenar le dije casi, casi en silencio…
-Que hacemos un trato, seremos amigos, mañana entro a clases, es la hora de mis rezos te invito a mi cama a hacer oración conmigo.

Terminado mi buen discurso no quite la mirada hasta llegar a mi dormitorio, allí cuando sus ojos ya no me alcanzaban me arrojé despavorida en mi cama, estire las sabanillas para que la tela descansara inocua e inmaculada (maldita costumbre q aun no se me quita), para quitarme el peso del miedo junte las palmas e hice gesto de la santísima Trinidad y partí con mis oraciones, no había pronunciado ni aun la rotación del ángel de mi guarda, cuando medio poseída pretendí entablar dialogo con el creador, me sentí vapora, y con la misma liviandad q experimentaba mi cuerpo fui tejiendo mas de trescientos días venideros… mi boca, así como con vida propia se mutó en una mueca torcida de risita híbrida entre lo medio maligno y la inocencia.
-Te imaginas dios que…

Acá no quiero referirles literalmente mis rezos pues aun cuando recuerdo me atormenta casi hasta la locura el peso de haber anunciado desde inocentes aconteceres que si fueron sucediendo uno a uno hasta la triste muerte a medio año de mi vecino Pedro… relatarlo se lee sencillo y apuesto q no da un ápice de asombro, pero si pudieras tu cargar con la culpa de haber invitado al llorón a tus rezos y cual profeta haber moldeado a antojo la vida de quienes te circundan, que si entraría a tal curso y que si algo malo pasaría los primeros días, que si mi prima se pondría de novia con el tal amigo de mi hermano, que si el gato tal o cuando, que mi mama esto y lo otro…

Extraña pretensión me invade contra voluntad y me seduce a retomar y contarles del vecino Pedro… no quisiera recordar, empero acá tengo vívida la imagen y me atormentan las palabras pronunciadas, y pareciera que por inercia mis dedos que no me hacen caso las teclean.

- Te imaginas Dios? Que yo se que este año Pedro se va a morir, a mi no me gusta Pedro porque nos molesta mucho, pero no se porque señor, aun él se porte mal con nosotros, no quiero que muera, pero se señor que va a morir. 

Bien… a medida transcurrieron los días las semanas que constituyeron meses, los acontecimientos relatados en el rezo se fueron sucediendo… desde lo inverosímil de una letra del nuevo curso de sexto año, hasta el funesto día de la muerte de Pedro. Lo temí todos los meses que anticiparon al hecho, me dolía cada amanecer ante el recelo que así sucediera, y respiraba de alivio los días que no había acontecido… pero tal fue sentencia y aquí cargo la culpa de invitar a mi rezos al maldito huérfano de Bragolin. Llegó el día funesto en que el crío murió abrazado a su padre que no alcanzo a ponerlo en salva en el cruce de la avenida San Pablo, ahora, de la muerte del padre no cargo culpas yo… tampoco fue nombrado por mi boca que balbuceo parafraseando al llorón que me acompañó en mis rezos.

Así paso un lustro, entre la diabólica forma que tenía de atormentarme haciendo sonar las teclas de una vieja maquina de escribir, arrastrando sus pisadas desde la pared que dormitaba hasta la puerta de entrada de mi cuarto, situándose sobre mi pecho hasta dejarme sin aliento, enunciándome situaciones funestas, escenarios para referirles hay varias, pero como enuncie en un principio no quiero dar lengua suelta y pasar por desequilibrada. 

Ahora paso al segundo relato:
Ya era yo adolescente, medio desgarbada y medio osca, acaso de no despertar intereses en los del otro sexo, no se que maña me veían que al caso es que pocos se aventuraban a hablarme de amores y pasiones (acá les debo por su falta de halagos crecer como un nardo entre la frescura de las mozuelas de mediana edad) lo cierto es que los únicos ojos que advertía tras mis pasos eran los del maldecido rapazuelo del cuadro, acá no se si, de tanto joderme acuso algo de arrepentimiento y quiso advertirme, o era una forma de hacerme mas doloroso el trance de la otra muerte que anunciaría.

Fueron los días que sumados contaron dos semanas, que sentía ser llamada por mi nombre a diestra y por doquier… eran voces extrañas con una sola palabra, mi nombre: “Sirena”… llegaba a mi sibilante, áspero, gritado, agudo, casi apagado… en cuanto tono, mi oído pudo diferenciar, acaso en un par de ocasiones, la llamada era acompañada de los pasos que marcaron carrera tras de mi, y que al voltearme a mirar, para mi asombro no había nadie... conforme avanzaban los días, mas estrechos eran los silencios.

Un día en jornada de trabajo, en un acto de desespero me agarre con fuerza a dos manos el ovalo sobre mi cuello, y en voz alta dije, no mas! ... tal arrebato fue oído, por una muchacha que no recuerdo ya ni su nombre, pero cruzó palabras en esos días, me preguntó que me pasaba, intenté explicarle con cierta coherencia ante lo que ella me respondió con tal brutalidad, que puedo citar textualmente su comentario: -Ah! Ese es un muerto que te llama, alguien de tu familia va a morir!!

Repaso que le dije, majaderías! que muertos y que nada, problemas de oído y que nada!!
Esa noche llegue a casa, y sin dar absoluto crédito le comenté los hechos a mi madre y a mi hermano mayor, aun recuerdo sus ojos color medio miel, cansados, hinchados de la angustia que le laceró el alma, él solo me oía el relato en silencio, mierda que no advertí acaso una llamada de auxilio!! Mi madre conocedora de mis extrañas percepciones, me sugirió visita a mi padre, me dijo quizás este enfermo hace semanas que no sabemos de él, así pues me fui a dormir, no sin antes dedicarle las buenas noches al llorón.

Al crepúsculo me desperté por la falta de aire, sentía como un bloque de treinta ladrillos sobre mis senos, a esforzados intentos me sentaba en mi cama y creía encontrarme con sus penetrantes ojos negros incrustados en un cuerpo que no lograba identificar a los pies de mi cama, hago recordación que jalaba con fuerza las colchas intentando taparme hasta mas arriba de las cejas para no ver, no sentir, no percibir!!
¡puaj!.. Acaso eso mismo que ahora cuando relato siento… por dios que no sea que él ha vuelto!!

Esto se desencadena así, en la mañana mi progenitora se despide temblorosa, con los ojos hinchados, y me cuenta; tu hermano se ha levantado a media noche, no ha vuelto. Entre medio despierta y medio dormida me quede enredada otro rato entre las ropas de cama, cuando me ganó la inquietud me dirigí pasillo al baño, como siempre ocurría mirada obligada era el retrato, faltó mencionar que ni por esa noche ni esa mañana habían llegado a mis oídos esas turbadoras voces que vocalizaban mi nombre, retomo entonces contándoles que mirada obligada era el retrato, ahí fue que retina con retina quedé paralizada una fuerza incontenible me dejaba presa y no pude desviar la mirada… sus ojos parecían brillar aun mas, las lagrimas otrora dibujadas juro que las veía escurrir por el pliego!! entonces la voz emergió desde mi estomago, subió por mi tráquea, retumbo en mis amígdalas, dolorosas retumbaron en mi cerebro cuando declaró: No digas que no te advertí...

Me sacudí el cabello, entré en el baño mientras disponía la pasta dental en el cepillo, me miré en el espejo, encontré que mis ojos eran aun mas oscuros, de un extraño brillo, una salobre recorrió lento por mis mejillas y con una extraña serenidad pronuncie a sentencia en voz alta; ya ha sido, si acaso en cualquier momento llaman a la puerta y te dicen que tu hermano ha muerto, acá no detallo las circunstancias, por el dolor que se me propaga, pero sí afirmo que las dije, es más las dije dos semanas antes, cuando fuera del pasillo de entrada de mi casa escuché la noticia que un hombre se había suicidado, recuerdo perfectamente que mientras oía, mi boca comentó casi en silencio, así morirá y pronto también mi hermano.

Siempre me he descrito como una hembra extraña, medio iracunda y oscilante… son estas rarezas que me llevan con la enorme culpa. Dije en un principio que ha habido mas hechos, dije que no los referiría para no dar tediosa charla, y en honor a la exactitud de los dos relatos que he contado, debo mencionar que los otros no han sido con tanto apego, pero si los he advertido, por la providencia que estas muertes no han sido mi deseo, por la angustia culpo al huérfano del retratado por Bragolin, leyenda del pacto de su creador y el diablo… así, pues termino contando, que unos días después del funesto crepúsculo del mes de Abril, mire al llorón temblando, mentiría si relatara que no tenia miedo, empero, lo agarré con firmeza, lo volteé boca abajo, retrocedí unos centímetros, lo miré desafiante, lo escupí tres veces, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, bramé que ya no le tenía miedo, me ganaste la vocifere, me arrebataste el alma cuando murió mi hermano, y desde esa fuerza que nace desde el dolor, decidí expulsarlo, una última vez me encontré pegada en la retina de sus ojos lacrimosos, quizás el estado y enajenación en que me encontraba, me hizo sentir que expelía el aroma del dolor, de su carne putrefacta que nunca acaba de ser devorado por el pez que se esconde en su abrigo.

No se si será el solo recordar lo que me hace volver a sentir ese gélida brisa ahora, lo cierto es que al terminar de escribir mi relato mantengo los ojos bien abiertos porque el solo segundo que pestañeo es propicio para trasportarme frente al sillón marrón, empotrada frente a su imagen sintiendo el gélido frío como estocada mientras me advierte que mas vale que no hubiera alma que se interesara en leerme, que nunca fue mito urbano que quien se entera de su existencia será maldito… así como maldita yo que a veces en forma de pensamientos sentencio a muerte, al que mediante un susurro del llorón en mi oído, se me ha develado el nombre…

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