La tajada de Pan

Era la noche de Navidad...la abuela Aurora, quieta en su puesto parecía q tenia cosida la falda al paño q cubría la silla en la cual reposaba, sus manos agarraban con fuerza los bordes de la canasta con los humeantes panecillos caseros preparados para la cena. Su cuerpo pesado parecía inerte, sus ojos vidriosos se desaguaban en un hilo por sus mejillas… su imaginación la incito a volver en el tiempo…el olorcillo de la masa caliente y el frío q se colaba por las hendiduras de la puerta se conjugaron para q la abuela Aurora, recordara…

Tras el gélido crepúsculo de mayo, el amanecer arrogante e impetuoso se asomó presuroso a tomar su lugar en la partida del día. Allá en el pueblo, por la calle cuarta dando la vuelta a la plaza principal, al lado derecho de la iglesia de los cristianos. En la Escuelita “Horizontes” se mezclo el estrepitoso griterío del chiquillerío que acude a tomar las lecciones. Tempranito de mañana partieron algunos; desde las imponentes casonas de ladrillos hasta las casuchitas de pino empotradas al otro lado del río. 

La Margarita oxidada campana de ilustre nombre, heredado de la señora que la dono a la escuelita, canta socarrona el inicio de la nueva jornada … y que talan!! si la vanidosa pareciera tan orgullosa de su tonadilla que no duda en bailar cadenciosa mientras le jalan la cuerda. A su llamado, como una estampida arremeten las criaturas la carrera para tomar lugar en sus pupitres, entre los alumnos de la escuela, se perdía corriendo con el mismo arrojo, veloz la pequeña Aurora.

Aurora, era la menor de siete hermanos, ya ha perdido cuenta en cuantas casas ha tenido que deambular desde lo tres años de nacida, desde que su mama murió en penumbras una noche de lluvia furiosa, como son las lluvias en el sur de este pedazo de tierra, ahí guardada entre paredes de adobe, alumbrada por la luz mezquina de una vela casi consumida, que termino de discurrir apagando su flama, con el ultimo suspiro de la moribunda. Esa noche, también se fueron los mimos y las caricias para la triste criatura. 

Al poco tiempo, desde los cerros de tierra rulo del campo salió una día de la mano de su padre alcoholizado, Campesino de costumbres practicas, se vio enfrentado a tomar a cargo el destino de una montonera de chiquillos, así fue q una tarde repasando las edades de los críos saco en cuenta que los hombres servían para las labores de campo, las hermanas mas grandes andaban bien en lo domestico, pero esta chiquilla famélica tan pequeña aún, había crecido acostumbrada a mantenerse agazapada en las faldas de la madre que ya no había, correría mejor suerte a cargo de algún pariente bondadoso en el pueblo. Así le trascurrieron varios años a la Aurora de casa en casa, de pueblo en pueblo, cuando daba ya pora cumplir los seis años, llego a vivir a la casa del pariente del padre, la recibieron como niña para los quehaceres. 

Al Servicio de la doña de la casa , encuentras a la Aurora, este pudiera ser un día como todos, partió el día tempranito con el alba, sus faenas matutinos demandaban tiempo, nada de mantenerse arremolinada en las sabanillas de paños harineros que la cobijaban en sus horas de sueño, no importa cuan helado estuviera el amanecer. Restregándose sus enormes ojos negros a tientas se apresuro a mirar el asomo del sol sobre los vegetales húmedos de gotas tornasol que volatilizándose se perdían entre lo timoratos rayos del alborada, la mañana estaba tan rociada que mirada tras sus ojos lacrimosos pareciera que lo fuera mas acuosa, el frío impávido a la desnudez de la blanquecina piel de Aurora, amorato al instante sus pies que viajaban desde el catrecito a la bodega a retirar la ración de manteca y harina dispuesta por la señora de la casa, y vamos corriendo al gallinero, hay mi Dios!!! que olvidó partir por la cocina para encender el fogón, que el caldito se atrasa… que ya son las 5,40 y aun no esta dispuesto el montículo blanco sobre la tabla de amasar!!!... a tanto andar, la ingrata jornada al menos a logrado incrustar un poco de tibieza a su cuerpo entumecido. Aurora tuvo dispuesto el desayuno como era su costumbre a las 7:45 de la amanecida, dos platos de sopa humeante, contundentes trozos de tortilla, huevos tan frescos que pareciera que iban siendo depositados desde entre las patas del ave ponedora, a las diminutas manos que los preparó. -ya casi la señora despierta! Será que hoy también mal humorada?-, dicho! a lo largo del corredor va surgiendo una figura abultada profiriendo amenazas que hacen trastabillar a la aterrorizada chicuela -para variar esa chiquilla inútil llega tarde a la escuela, - mish! Que insensatez! vociferaba - q a punta de zurras he tratado de enmendar tu holgazanería… ya no tienes remedio!., Que va, ni que le preocupara la mocosa, nada más quería evitarse las habladurías de la iñora profesora de la escuela -Como venir a reprenderla a ella a doña de la casa! si ella tan bondadosa había aceptado a semejante andrajosa en su casa!-, Señora de buena familia, albergaba bajo el mismo techo a esa aparecida parienta de su señor esposo, quienes mas nobles que ellos, nada mas le pedían a cambio de su asilo que se preocupara de las labores domésticas, -si hasta permiso para ir a la escuela tenia la malagradecida!-.


Entre el griterío y el zumbido de la varilla que encaprichada quiere ir a lacerar las descarnadas piernas, inoportuno para la señora, repiquetea el talan que anuncia el inicio de la jornada de escuela, no quiso la providencia que la niña alcanzara a probar mascada alguna, otra vez no tuvo tiempo de esperar su turno, que partía después que su tío y su señora, terminaran de engullirse los preparados que les hizo temprano. Asustada la niña Aurora se arranca el delantalcito enmohecido, que cubría el trajecito de clases, que a decir verdad no distaba mucho en tonalidades de los descolaros atuendos de los vestidos de labores… hambrienta parte a la escuela, … corriendo a la acera del frente seguida por el olorcillo impregnado a cenizas y pancito del horno de barro; a zancazos cruza el pórtico donde a mediana altura aún se bambolea la margarita.

En hora buena la casa queda en frente de la escuela!, tan cerquita… que a veces alcanza el tiempo para instalarse en el pupitre antes que llegue la maestra, acaso interrumpe la clase y vuelve a encontrarse con la varilla que le cae inmutable sobre sus manitas de piel blanquecina.

En la salita del 1 año de preparatoria estaban dispuestas seis hileras que partía desde la puerta de entrada al costado derecho del entizado pizarrón y terminaba la última arrimada a ventanal que daba al patio. En el pupitre quinto, contando dos filas desde la puerta, se sentaba Aurora. Esa mañana al incorporarse a la salita de clases, Aurora, menuda y enmarañada se hundió en el pupitre imaginando que de tanto desearlo se tornaría invisible y es que oscilaba entre la vergüenza y la sonajera de tripas que llevaba ese día, a decir verdad, como casi todos los días.

Así, con el vientre casi pegado en la espalda luchaba por mantenerse atenta a las tareas y ejercicios que la profesora iba plasmando lentamente en la pizarra, con esa letra redondita y clara, tan debidamente formada, que vaya si parece que a punta de tanta caligrafía, la mano de la profesora, se movía con tal soltura que lograba dibujar las letras con una perfección que parecía que escribía en una libreta de honores mas que en un viejo pizarrón. En eso que Aurora hundida en su puesto le da por inspeccionar con sus ojos cada rincón de la sala, distraída miraba desde la puerta de entrada, hasta el cielo de tablitas barnizadas, detuvo un rato la mirada en el baile mecedor de los árboles que se dejaban ver tras los sucios ventanales de la sala, cuando ya decidida a detener su inspección ocular y volver a concentrarse en los materiales de su pupitre, baja la mirada hacia sus manitos agarradas en la silla, era su costumbre aferrarse a la tabla para no salir volando con sus propios pensamientos, y para ver si estaba ya en piso firme, inspecciona sus pies descalzos, sí, aun tocan suelo… respiró profundo y antes de levantar la vista ahí estaba!, en el piso de la sala esperando por ella, la tajada de pan. Con su patita descalza la fue acercando lentamente, despacio, tan despacito que tardo casi la hora en llegar, y casi no llega, porque en tanto lo arrastraba, se iba arrepintiendo, pero lo que para su corazón y su juicio era imperdonable para su estomago hambriento era un regalo divino. Así, cuando al fin arribó el pan a la altura de sus pies, a centímetros de su mano estirada, alarga un poco su brazo se esfuerza en estirar al máximo sus diminutos dedos, un brío mas y ahí esta! si la tajada y su palma ya eran una sola nueva especie…. Con la mano que aun le queda libre da un golpecito al lápiz que estaba sobre la mesita, y tum! que el grafito cae al suelo y zaz! que Aurora simula bajar a recogerlo, ahí, escondida entre el piso y la parte inferior de la mesita, acurrucada da unas cuantas mascadas y su manito queda liberada.

-Talan talan- A las primeras campanadas que anuncian el recreo, la aurora salta presurosa, su compañera sentada el banquillo que la precedía voltea de su pupitre hurgando en su bolso en busca de los meriendas que llevaba ese día, la feliz chiquilla llegaba todos los días con el bolsito atiborrado de golosinas y bocadillos, a medida que la chica embutía sus manos en su bolso, Aurora se ruborizaba precediendo la vergüenza de ser descubierta., esa mañana se quedo soldada a su silla, mientras transcurrían los juegos Allá fuera, ella no levantaba la mirada del vacío que había dejado a su paso aquella sustancia, que un par de horas antes, aun reposaba adosada al piso polvoriento. 

A medida q pasaba la mañana, a Aurora le reaparecía el alma en su cuerpecito marañoso, sin lograr abstraerse de la rapacería cometida, el temor le inducía un dolor abdominal punzante, -vaya que había mitigado el hambre aquel manjar- pero las tripas fastidiosas se esmeraban en no parar la sonajera. El tiempo transcurría lento, las explicaciones de los ejercicios cotidianos, que dictaba la profesora llegaban a los oídos de Aurora transformados en sonidos indescifrables que pareciera que en el trayecto se mezclaban con los reproches de culpas que nacían de la cabecita atormentada de la niña creando un extraño lenguaje que a mas la asustaba, mas la incitaba a mantenerse inmóvil en su pupitre, solo acertaba cruzar los dedos para que la campana avisara pronto el termino de la extenuante jornada, cuando al fin la margarita le da por balancearse mientras canta la despedida del día de clases, Aurora se incorpora como proyectada desde la silla, presurosa agarra sus libretas, sus lápices, su vergüenza y sale disparada corriendo, Se había salvado, mientras lloraba del alivio de haber sorteado las penas del infierno q había imaginado q vivenciaría… nadie la había atrincherado tras la puerta de entrada, para ser enjuiciada, tampoco había sido arrimada al pizarrón frente de la clase para ser insultada por manilarga, menos aun la habían jalado del cuello y paseada sala por sala para ser identificada como la robadora de panecillos en la escuela, tan raudamente que nadie la vio pasar, ella misma sentía q corría tan veloz q tuvo la sensación q su cuerpo se desmaterializo y era como un soplo, era correr y correr… así tanto avanzaba… tanto olvidaba, tanto mas recordaba, a la pobre Aurora, la culpa, la vergüenza y la pena de saberse tan hambrienta y disminuida la acompañaría hasta el día de su propio ultimo suspiro… hasta la ultima flama q veía apagarse ahora en la mesa navideña… hasta la ultima bocanada de pancillos fresco q llegara a su boca de contorno fisurado por las líneas q marcaban en su cara de piel clara, el paso del tiempo…

La abuela Aurora sabia de años de amanecidas y de padecimientos, para la abuela Aurora no habían navidades, nuevos días , y amaneceres de mesas vacías para los hijos que parió, para los hijos q arrimo a su vientre y su pecho , para los hijos q vio pasar… para quien se sentara en su mesa… solo una vieja maña le queda, no se le quita eso de servir y amasar comistrajos y manjares, y después… arrimarse al rincón del fogón solitaria a comer silenciosa, y apresurada… 

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