acaso me desprendo de la manía de evocar la ultima vez q toque tu cuerpo, perdí cuenta decenios, cuantas estaciones de las veces q mis dedos han cortado conexión con mis razonamientos y los he sorprendido dibujando árboles, constantemente de troncos definidos y llagados, de ramas espigadas, ciclos de forestas de timoratas hojas, … quizás hoy me hace juicio asociarlo con el maldito caducifolio de los platanaceae que me arrebato tu sudor emanado en el esfuerzo de tu ultimo halito de aire tibio… mis árboles nunca prorrumpen frondosos y verdes, en ningún tiempo de tallos finos y floridos, su tronco bifurcado delinea las formas de una hembra, sus ramas emulan brazos extendidos que te acunaron… de sus ramas otras ramas, las protuberancias llevan cuenta de cada lagrima q constriñeron tus ojos… cuantas dolencias quizás mas enmudeciste…te odié por desprenderte sin mediar razonamiento ni adiós… maldije las raíces de la especie donde se trunco nuestro pacto de coexistencia.
Entre las palabras truncas, el socorro q nadie pudo procurarme me sacudí el espanto y me maldije yo, me maldije por la irracional imbecilidad de pasarme el día antes de nuestro encuentro buscando alianzas para evitar lo que mi mente extraña predijo al amanecer… se me desgarro el alma cuando volví esa tarde a casa y encontré mi puerta abierta, perdí la cordura al sentir quemantes los ojos que sobre una boca trataban de explicarme… se me enardeció la piel, me arañe la cara, imploré, exigí decir que estabas vivo, pero nadie quiso darme paz, nadie se atrevió a murmurar palabra, y fue ahí que salí corriendo a buscarte, fue ahí q aun así mis pies no daban crédito a la orden de sostenerme, lacia llegue a ti, guiada quizás por los últimos olores q emano tu cuerpo… guiada quizás por la muchedumbre hambrienta de los fragmentos de la ultima historia de un hombre en la orilla de la ruta… llegué a ti, dando manotazos me abrí paso y pretendiéndome moribunda me lance a tu pecho, ahí … ahí bajo el árbol… Dios cuanto te implore palabra, tus ojos parecían mirar traspasando mi iris, mi masa encefálica, mi pelo, el halito q sentía tras mi nuca… tu cuerpo inmutable perdía tibieza, tus manos rígidas … las tome buscando q me acariciaran, te bese los contornos esperando infundirte calor, te susurré monsergas a falta de cordura para hilar secuencia… sentía como mi llanto crecía, imploraba que tu boca retorcida en una mueca y tu lengua amoratada me hablara, empero ni las vellosidades de tus brazos se inmutaban al viento de esa gélida tarde… cuantos tiempos contados de cuartos de hora transcurrieron… reconozco que me llene de amargura y de reproches, pordiosera grite maldiciendo al vacío a quien intentara sacarme de ti y del árbol… del árbol que la sabia mezclo con mis alaridos, tus penas, nuestras almas y mi insoslayable culpa…
Entre las palabras truncas, el socorro q nadie pudo procurarme me sacudí el espanto y me maldije yo, me maldije por la irracional imbecilidad de pasarme el día antes de nuestro encuentro buscando alianzas para evitar lo que mi mente extraña predijo al amanecer… se me desgarro el alma cuando volví esa tarde a casa y encontré mi puerta abierta, perdí la cordura al sentir quemantes los ojos que sobre una boca trataban de explicarme… se me enardeció la piel, me arañe la cara, imploré, exigí decir que estabas vivo, pero nadie quiso darme paz, nadie se atrevió a murmurar palabra, y fue ahí que salí corriendo a buscarte, fue ahí q aun así mis pies no daban crédito a la orden de sostenerme, lacia llegue a ti, guiada quizás por los últimos olores q emano tu cuerpo… guiada quizás por la muchedumbre hambrienta de los fragmentos de la ultima historia de un hombre en la orilla de la ruta… llegué a ti, dando manotazos me abrí paso y pretendiéndome moribunda me lance a tu pecho, ahí … ahí bajo el árbol… Dios cuanto te implore palabra, tus ojos parecían mirar traspasando mi iris, mi masa encefálica, mi pelo, el halito q sentía tras mi nuca… tu cuerpo inmutable perdía tibieza, tus manos rígidas … las tome buscando q me acariciaran, te bese los contornos esperando infundirte calor, te susurré monsergas a falta de cordura para hilar secuencia… sentía como mi llanto crecía, imploraba que tu boca retorcida en una mueca y tu lengua amoratada me hablara, empero ni las vellosidades de tus brazos se inmutaban al viento de esa gélida tarde… cuantos tiempos contados de cuartos de hora transcurrieron… reconozco que me llene de amargura y de reproches, pordiosera grite maldiciendo al vacío a quien intentara sacarme de ti y del árbol… del árbol que la sabia mezclo con mis alaridos, tus penas, nuestras almas y mi insoslayable culpa…
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